La diabetes es una enfermedad crónica que se origina porque el páncreas no sintetiza la cantidad de insulina que el cuerpo humano necesita, la elabora de una calidad inferior o no es capaz de utilizarla con eficacia y que afecta a todo el organismo. Los dos órganos afectados principalmente por esta enfermedad son el riñón, con riesgo de insuficiencia renal, y el ojo.

La revisión ocular periódica no sólo permite diagnosticar rápidamente la aparición de una lesión ocular, sino que permite también deducir el estado de los vasos en otros órganos como riñón o corazón.

La diabetes afecta a la estructura más sensible del ojo: la retina, produciendo la retinopatía diabética. La retina se encarga de captar las imágenes que percibimos para después transmitirlas al cerebro. Se trata, por tanto, de tejido cerebral y, como tal, no se puede regenerar o trasplantar, por lo que su lesión lleva generalmente a una pérdida de visión.

¿Qué puede producir la diabetes en la visión?

Si se descontrolan de manera permanente los niveles de glucosa en sangre, se originan a nivel de la retina hemorragias, dilatación de los pequeños vasos sanguíneos por alteración en su pared (microaneurismas), permeabilidad en los mismos y encharcamiento (edema), salida de triglicéridos, colesterol y proteínas (exudación) y, finalmente, en casos muy severos, el cierre de los vasos con la consecuente isquemia o falta de riego.

Así pues, el diabético puede perder la visión por dos mecanismos:

1. Por edema de la mácula, conocido como edema macular diabético, que impide al paciente leer, firmar o reconocer los rasgos de las personas (es decir, hay una pérdida de la visión central).
2. Por proliferación de neovasos o retinopatía diabética proliferativa, responsable de los déficits visuales más severos, pudiendo llegar a la ceguera completa.

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